sábado, 29 de mayo de 2010

Pensamientos breves en torno a la huelga en la IUPI

Sin pretender excusar este larguísimo silencio, quiero exponer mi opinión personal en torno a la huelga que mantiene cerrada a la Universidad de Puerto Rico desde hace un mes y cinco días. Primero que nada, el amor a la verdad me obliga a dar la razón a los huelguistas, ya que virtualmente todos sus reclamos son buenos, justos y razonables: no podemos tolerar que las medidas arbitrarias postuladas por el Gobierno se aprueben, ya que ello dejaría fuera de la Universidad a tantos y a tantas que se han ganado el derecho a estudiar allí (por "derecho a estudiar" me refiero a que tanto sus inclinaciones intelectuales como su promedio y rendimiento académico son dignos de ser admitidos a una entidad de educación avanzada. Creo que a nadie se le debe dejar ingresar a una universidad solamente porque posee mucho dinero e influencias, ni tampoco se debe vedar la entrada a quienes estén debidamente cualificados porque no cuenten con recursos económicos o no sean lapas del régimen de turno).

Admiro la convicción, dedicación y perseverancia con que tantos compañeros se han arrojado a oponerse a las arbitrariedades del poder, ya que éstos se han mantenido en sus posturas y han conservado la calma ante tantas presiones e injusticias descaradas que se han cometido contra ellos, pero debo admitir que no estoy contento en absoluto con los métodos a los que éstos recurren en la lucha. Por ejemplo, cuando comparecí a la reciente asamblea estudiantil que se celebró en el Centro de Corrupciones (digo, Convenciones), pasaron una o dos horas antes de que la misma iniciara (estaba pautada para las diez de la mañana). Este retraso se debe a la institucionalización de la descortesía, la incivilidad, la dejadez y la irresponsabilidad en este ridículo paisito nuestro, pero éste tenía como propósito ulterior el exasperar a los potenciales opositores a la huelga y al movimiento huelgario para así "obligarlos" a marcharse.

Segundo, gran parte de la actividad se redujo a gritos de demagogos que buscaban lavarle el cerebro al público que aplaudía y aullaba servilmente a favor de extender el conflicto. Este último aspecto se me hizo más desagradable aún cuando todos aquellos que manifestaron su oposición a la huelga o a la forma en que los líderes de la misma hacen las cosas fueron abucheados e injurados por el populacho, sin haber cometido otro crimen fuera de estar en desacuerdo con la mayoría.

No quiero decir que todos los que apoyan esta huelga y participan en ella son demagogos o aduladores serviles: el mero hecho de que se hayan opuesto a las disposiciones iniciales del gobernador Fortuño (aquél que se ha convertido en nuestro pecado común) y de su gabinete en lugar de plegarse al régimen para salvar sus intereses particulares muestra lo contrario. Tampoco quiero hablar de educación y good manners porque sí, ni vengo a arengar a nenes chiquitos ni a sermonear a manganzones: solamente escribo deseandoque estas malas prácticas se enmienden, porque creo que perjudican la causa huelgaria.

¿Qué credibilidad puede tener una lucha si los que luchan no respetan al público que quieren convencer, ya que ni siquiera honran sus propios horarios? Esto da la impresión de que la gente le importa un pito a los líderes, y que éstos últimos no desean otra cosa que todos seamos ovejas pendejas que tengamos por bueno todo lo que ellos dicen y ejecutemos sin objecciones cuánto ellos manden. Se me hace sumamente difícil respetar (y mucho menos escuchar) a quien me convoca a tal lugar para discutir o hacer tal cosa, y luego me fuerza a esperar no cinco o diez minutos, sino horas enteras, y no porque tuvo algún accidente o percance, sino simplemente porque quiere poner a prueba mi paciencia tentándome para que me vaya, me quede fuera del proceso y así eliminar mi posible estorbo a su agenda oculta o manifiesta.

Segundo, ¿cómo puede tolerarse que se abuchee a alguien únicamente porque discrepa con nosotros, sobre todo como universitarios que somos? ¿Dónde quedó toda esa habladuría en favor de la democracia y nuestros juramentos de ser democráticos? No podemos ser abiertos, pacientes y objetivos únicamente mientras nos convenga: si queremos ser buenos líderes, muchas veces tendremos que escuchar lo que no queremos y soportar lo que aborrecemos. Aunque seamos excelentes oradores y tengamos la causa más justa del Universo, no faltará quien se oponga a nosotros, sea porque no quiere lo mismo que nosotros, o porque simplemente no está de acuerdo con la forma en que ejecutamos nuestros esquemas.

Si dejamos que el público grosero grite y despotrique impunemente contra todo lo que no le gusta, ¿qué será de nosotros? ¿Nos dejaremos manipular por los caprichos y el celo imprudente de la mayoría? Si fuéramos minoría, ¿querríamos que se nos tratara del mismo modo que tratamos a los disidentes ahora? Las alianzas y posturas políticas se levantan y desmoronan como castillos de arena, pero el apoyo y la buena voluntad del prójimo duran para siempre si se trabaja por seguir siendo digno de ellos, mas si se pierden, es casi imposible recuperarlos.

Para terminar, recuerden que no se trata de un reproche contra los huelguistas y líderes como personas, ni tampoco estoy negando sus méritos ni pisoteando su abnegación, sacrificio y desinterés: sólo quiero llamar la atención para que estos "pecadillos" se arranquen a tiempo y no perjudiquen una causa tan justa. Lo bueno y lo malo que hacemos al prójimo se nos hará a nosotros, y sería sumamente triste que ésta u otras luchas fracasen porque no quisimos tratar al otro como nosotros mismos queremos ser tratados, todo en nombre de algo bueno que se corrompió por causa de nuestros egoísmos, maquinaciones e hipocresías.