domingo, 27 de noviembre de 2011

Navidad, o el fantasma que no se va

Navidad, o el fantasma que no se va

As we all know, Christmas is that mystical time of year
when the ghost of Jesus rises from the grace to feed on
the flesh of the living. So we all sing Christmas carols
to lull Him back to sleep (Peter Griffin, Family Guy).

            Sin que nos importe demasiado ser tenidos por blasfemos, hemos decidido compartir algunos breves pensamientos respecto a este most wonderful time of the year, el cual no inicia para nosotros con el sonido de las campanas, sino con el acampado del Viernes Negro. Igual que el antecesor Día de Gracias, esta fiestecita ha tiempo mandó a volar todo aquello que la hacía un holy day propiamente dicho, y, como todo en Gringolandia y Puertorro, no es más que una excusa barata para llenar los sótanos y drenarnos los bolsillos para llenárselos a los verdaderos dioses y señores de la Tierra, los magnates, cuyo número de la Bestia llevamos con orgullo en la mano y en la frente.
            Preguntamos: ¿por qué seguimos aferrándonos a estas reliquias y vejestorios cuya razón de ser simplemente ya no existe? Será porque, en el fondo, queremos seguir haciéndonos creer que todavía somos cristianos (aunque muchos de nosotros apenas manchamos el suelo de la parroquia cuando Dios se apiada y deja morir a alguien que nos importa mucho o poco, y además sabemos de Biblia lo que el promedio de las gentes respecto a la física termonuclear), ¡pero no quede duda de que somos católicos, apostólicos y romanos! Igualito que los taínos...

           Sea como sea, no escribimos con ánimo de acusar, ya que creemos que, en el fondo, todo ser humano es primariamente pagano, no porque no crea en nada (lo cual, a la larga, tal vez sea la postura más racional) o tenga o no religión alguna, sino porque ello se trata de un mecanismo de defensa que necesitamos erigir y mantener si no queremos ser absolutamente absorbidos por esa mentalidad de rebaño que caracteriza a las gentes de todos los pueblos de ayer, hoy y siempre. Dicho de otro modo, este paganismo práctico sirve como medio para distanciarnos de este maldito conglomerado, la maquinaria secular-religiosa con sus discursos homogeneizantes y sus dulzonas consolaciones chuecas está allá, y nosotros, acá (según nos hacemos creer) no formamos parte de la misma... hasta cierto punto.

            Retomemos la primera pregunta: ¿por qué seguimos tan sujetos a unos constructos que ya no hacen sentido, cuyos discursos no pasan de imposibles, imprácticos e inútiles deseos piadosos que los Anticristos y falsos profetas de la hora emplean tan bien para sumirnos en cada vez mayores deudas y depresiones in crescendo según pasan los años y demora el dulce beso de la muerte? Porque hemos menester de algo que nos haga creer que podemos trascender este entramado en el que todos, desde el más adinerado ejecutivo hasta el más endeudado ganapán, hemos de ponchar si no queremos quedar en las calles, vueltos un cero a la extremísima izquierda.
   
         ¡Y cuán extrema es! ¿Cómo osaríamos no formar parte de tan gárrula trulla, el más propicio tiempo para sacarnos el jaiba que llevamos dentro y parrandear a una, gritando a los cuatro vientos que dizque somos cristorriqueños, que estamos orgullosos (durante mediados de noviembre, el transcurso de diciembre e inicios de enero) de "ser" aquello que durante el resto del año no mentamos ni con la punta del palo?
   
         ¡Pero lo somos! ¿Y qué mejor manera de celebrar el hecho de que no hay nada que celebrar (fuera de a nosotros mismos) que haciendo salir a Cristo de aquel inframundo de cachivaches dentro del cual lo tenemos enterrado durante trescientos treinta y cuatro días para que, como Sansón en el templo, nos divierta durante el transcurso de la orgía, finada la cual nos untaremos ceniza y cenaremos langosta durante cuarenta días para compungirnos por Su muerte?
   
         No hay por qué frontear: salgamos con los demás parranderos a ver qué bonito traje lleva esa mujer, rompamos un poco con nuestras rutinas tras haber malgastado tanto tiempo montando palos, probando bombillas, limpiando aceras y pintando casas, habiendo dejado en la letrina el mismo pavo e incomible arroz de siempre en aquel momento feliz de salir con el último plasma sin apenas mirar el cadáver que infarta por los suelos su último agonizar.

Domingo 27 de noviembre de 2011