domingo, 14 de febrero de 2010

Notas sobre el aburrimiento

Me parece sumamente peculiar que los seres vivientes puedan aburrirse. Escribí "seres vivientes" porque, en efecto, los mismos animales son más que capaces de ello, particularmente los domésticos (después de todo, si a la gata de casa casi siempre la encontramos dormida, no es porque le sobran ratones).

Defino "aburrimiento" no como "acción y efecto de aburrirse" (¿qué haríamos sin diccionarios?), sino como ese estado misterioso en que un ser viviente nota que no tiene (o cree no tener) nada "mejor que hacer" durante un presente concreto, uno de tantos instantes eternos de cada día, y, por faltarle algo en que vertirse a sí mismo, deja perder sus energías, cuyo mal uso induce a crímenes y pecados, y cuyo desuso convoca al banquete de los vicios.

Tampoco me satisface esta respuesta: ¿no estaré tratando de articular lo indefinible, poner un nombre arbitrario al ángel que nos deja cojos tras una larga lucha? Me iría mejor si intentara definir qué es amor, qué es la vida, o incluso, qué es o conlleva ser humano.

¿Por qué tan pocos intentan lo que nunca o casi nunca se hace? La mediocridad es tan comodona que no le remuerde regurgitar lo que come ni cenar su propio vómito. También debemos culpar a una de nuestras peores costumbres: tomamos por sentado que lo obvio es obvio, por lo que lo obviamos tanto que al final dejamos de decir lo que importa. La mente humana debe rumiar continuamente si no quiere olvidar, pero no podemos hacer esto permamentemente, ya que pensar es agotador, y lo agotador cansa y embota igual que el martillo mecánico que deja el pavimento en ruinas.

El concepto en cuestión (al cual damos un nombre sumamente vulgar, en mi opinión) es llamado "noia" en italiano, como si quisiera decir "la nada que denota un vacío." Los franceses la llaman "ennui" o "ennuiment", lo cual recuerda lo evanescente, la nube enorme que el viento siempre está disolviendo, sin acabar con ella jamás. El inglés lo denomina "boredom", remitiendo a la máquina que se embota a sí misma: taladra y destruye, deja el existir despedazado en el suelo. Como demuestra la economía discursiva de la vertiente norteamericana del neo-anglosajón, esta condición común no es nada placentera: "bored to tears," "bored crazy," "bored to death," etcétera, etcétera.

Temo que traigo más preguntas que respuestas. En mi opinión, el gran logro de lo humano no es tanto saber mucho como preguntar constantemente, ya que el inquirir pretende desenterrar algún fragmento desconocido que revela algo nuevo sobre Dios, el mundo, la naturaleza y sus criaturas, lo cual incluye a todos nosotros, nos guste o no.

Lo que si sé es que el aburrimiento es un arma de dos filos: con él podemos propiciar nuestra destrucción o nuestro encumbramiento. Cuando lo moldeamos aprendiendo, preguntando, cuestionando y aventurando, contrarrestamos su estela nociva, sombra de la muerte que mata antes de tiempo y sume en sueño todo mundo iluminado.

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